viernes, 20 de febrero de 2009

La salud gaseosa


Y encima se extrañan de que haya cundido la preocupación y la alarma entre los padres de los niños enfermos, de que los médicos estén cabreados, de que los ciudadanos se dejen llevar por la confusión. Pero, ¿qué esperaban? ¿Que le diésemos entre todos una palmadita a la consejera de Salud por la transparencia (?) con la que ha gestionado el cambio en el Plan de Modernización Integral del Reina Sofía y la eliminación del hospital de niños y madres tal y como estaba previsto? ¿Qué querían, que nadie se quejara de la desproporción entre una presentación multimedia de «la refundación» (María Jesús Montero dixit) del complejo sanitario de la capital y la opacidad sigilosa con la que se ha suprimido parte del proyecto?.
En este lío se han metido ellos solitos. No se puede vender humo a sabiendas de que es evanescente, y además pretender que la gente se quede tan tranquila cuando compruebe que no es sólido, sino gaseoso. Resulta ahora que la fabulación en «power point» de hace dos años en San Felipe era, como se podía sospechar ya en ese momento, «una recreación», «una visualización» de lo que el Hospital podía llegar a convertirse... y de lo que es muy probable que nunca vaya a ser.
El enconamiento de las posiciones entre buena parte del cuerpo facultativo -también de otros niveles profesionales- del Reina Sofía y la plana mayor de Salud a cuenta del Materno-Infantil no es sino una manifestación más del choque entre los dos planos irreconciliables que existen en la sanidad pública de nuestra provincia. De un lado, el oficial: el de las encuestas de satisfacción tan satisfechas, el de la alta resolución irresoluble, el de los récords de trasplantes, el de la vanguardia investigadora proclamada a los cuatro vientos. De otro, el real: el de las habitaciones estrechas, con poca luz y que hay que compartir con un vecino desconocido; el de las listas de espera y las colas en los centros de salud; el de los profesionales hastiados y el de los pacientes angustiados.
A cualquiera le encrespa esa pose cansina e idílica de que los andaluces disfrutamos de una asistencia sanitaria puntera si, en cuanto la consejera se aleja en el coche oficial después de una breve visita, una niña se despeña por el hueco de un ascensor, hay que buscar a alguien que sepa polaco para que traduzca al anestesista o se desploma el techo de un hospital comarcal. O de los dos. Lo peor es que, para la Administración autonómica, éstos son «debates que no tienen ningún sentido», como María Jesús Montero ha tildado en el Parlamento la polémica sobre el Materno-Infantil. Y luego se quejan de que el personal se les enfade.

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