sábado, 12 de septiembre de 2009

Sanidad pública: ¿eficiencia o calidad?

El País. 7 de septiembre

La mayor parte de los profesionales del Hospital Infantil La Fe de Valencia ha formado una Asociación en Defensa de este hospital pediátrico, preocupados por el deterioro que sufrirá la calidad asistencial de los niños en el nuevo Hospital Universitario La Fe, que pronto entrará en funcionamiento, si no se modifica su previsible organización asistencial.

Igual que otros hospitales de referencia en España, el Infantil de la Fe ha funcionado desde su creación en 1970 como una unidad autónoma e independiente del resto del complejo sanitario, en la que se congregan las distintas especialidades centradas en el niño, un tipo de paciente bien diferente del adulto. El niño no es un adulto pequeño, requiere una peculiar atención por parte de los distintos especialistas, que deben trabajar bien articulados entre sí para poder prestarle una asistencia integral.

Sin embargo, la configuración de la nueva Fe disuelve la unidad e independencia de los circuitos asistenciales, mezcla a los niños con los adultos, y no arbitra un lugar para atender a los niños en el área de urgencias y en las zonas hospitalarias ni tampoco espacios para unidades especiales. ¿Qué razones se aducen para justificar esta dispersión? Dos al menos son usuales -la creciente especialización de la sanidad y el triunfo de la demanda de eficiencia sobre la de calidad-, pero las dos requieren una cuidadosa revisión.

En lo que hace a la primera, sin duda la especialización supone un progreso en la asistencia, pero siempre que se articule de tal modo que no rompa la unidad de la atención integral. No hay enfermedades, sino enfermos, cada uno con su peculiar configuración.

Y en lo que se refiere a la fiebre de la eficiencia, es un problema que venimos arrastrando desde hace más de tres décadas, cuando el gasto sanitario empezó a incrementarse prodigiosamente al cobrar fuerza el Estado social y surgieron problemas de justicia en la distribución de los recursos sanitarios.

Nació entonces esa rama de la economía, hoy floreciente, la Economía de la Salud, que introduce en la sanidad la racionalidad económica, el análisis “coste / beneficio”, para racionalizar el gasto. Con ello, en los centros sanitarios públicos empezaron a darse cita tres tipos de protagonistas, amén de los pacientes: los profesionales sanitarios, preocupados por el bien del paciente cuando son buenos profesionales; los gerentes, empeñados en la eficiencia en la gestión de los recursos, y las Administraciones públicas, que nombran a los gerentes y les exigen esa anhelada eficiencia, medible en dinero y en actuaciones que generen votos.

La cuestión es muy compleja. Sin duda, la eficiencia es una buena cosa, es preciso optimizar los recursos, que son siempre escasos, y el despilfarro es inmoral. Y es importante que la sanidad pública sea eficiente, porque no es verdad, como suele creerse, que lo público es ineficiente por necesidad, mientras que lo privado derrocha eficiencia y eficacia: la crisis económica que seguimos padeciendo ha venido de un sector privado irresponsable, ambicioso e incompetente.

Pero también el sector público ha de ser eficiente, siempre que compagine eficiencia y equidad, y, sobre todo, siempre que mantenga la calidad de la atención sanitaria. La rentabilidad monetaria jamás puede ir en detrimento de la calidad, el incremento de la especialización no puede llevar a perder la visión integral del paciente, en este caso, del niño con sus peculiaridades.

Con tantos protagonistas en el mundo sanitario (el profesional, el gerente y el político) conviene no olvidar lo obvio, las verdades de Perogrullo: que las metas de la sanidad, las que le dan sentido y legitimidad social, consisten en prevenir la enfermedad, curar lo que puede ser curado con los medios disponibles, cuidar lo que no se puede curar y ayudar a morir en paz. Esas metas han de alcanzarse en el contexto de organizaciones sanitarias, dirigidas por gerentes, dentro del marco de instituciones políticas, pero lo específico de toda esa trama es facilitar a los profesionales los medios necesarios para promover el bien del paciente. Y más en el caso del niño, particularmente inmaduro y vulnerable.

“Eficiencia” en sanidad no puede querer decir recorte del gasto sin más, ni tampoco proporcionar votos a los políticos con actuaciones que les permitan lucirse, sino optimizar los recursos humanos y económicos al servicio de la atención al paciente, integral y de calidad.

Mucho se ha hablado del médico como un “agente doble”, que debe atender a la vez al bien del paciente y a la contención del gasto, cuando lo cierto es que su tarea propia es la primera. Y, sin embargo, se habla poco de que en la sanidad pública hay por el momento dos agentes -gerentes y políticos- que deberían atender a los profesionales e introducir un cuarto interlocutor, en este caso, los padres. Importa que los padres sepan qué consecuencias se seguirán para sus hijos de la configuración de los nuevos complejos sanitarios, prestar la voz a los profesionales para que puedan explicarlo, y atender a unos y otros. No hacerlo sería propio de la mala gerencia y de la mala política.

Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y directora de la Fundación ÉTNOR

La Junta no convence a la plataforma del Infantil



ABC. 5 de septiembre

Más de lo mismo. La plataforma «No me quites mi Hospital», que reivindica que el Plan de Modernización del Reina Sofía mantenga el centro dedicado al Niño y la Mujer que se contemplaba en el borrador inicial, conoció ayer de primera mano los detalles del proyecto básico actualizado y en ellos, aseguraron, no existe ningún cambio significativo con respecto a lo que se ha venido dando a conocer en los últimos meses.

Fue en el transcurso de una reunión que mantuvieron seis de los miembros de «No me quites mi Hospital» con la delegada del Gobierno de la Junta de Andalucía, Isabel Ambrosio; la delegada provincial de Salud, María Isabel Baena; y el director gerente del Reina Sofía, José Manuel Aranda.

La misma distribución

El presidente de la plataforma, el pediatra Manuel Frías, insistió en que el contenido del proyecto no difiere en nada de los detalles que ya se habían avanzado. Corresponde con el proyecto básico y en él se establece que el actual Hospital General se destinaría al centro de niños y madres, con las tres primeras plantas para los pequeños y la quinta y la sexta destinadas a las progenitoras más una cuarta planta que en principio quedaría vacía hasta que se use para los servicios de Pediatría o de Ginecología en función de sus necesidades. «La distribución por plantas no varía», dijo.

El principal caballo de batalla sigue estando en el hecho que no será un hospital físicamente diferenciado del resto, lo que puede, según la plataforma, implicar riesgos para los niños hospitalizados que presenten problemas de inmunodepresión.
La plataforma sí valora las medidas tomadas por la Consejería de Salud para evitar el contacto entre los niños y los adultos y la separación física entre dos áreas: las destinadas a las madres y los recién nacidos y las que serán para niños enfermos en tratamiento. Así, con el fin de evitar el contacto habrá ascensores que sólo atenderán a una de las dos zonas, y que de ningún modo accederán a la otra. Otros serán para las madres que acaban de dar a luz y para sus hijos.

Sin embargo, «No me quites mi Hospital» sigue advirtiendo de que hay zonas con riesgo de contacto entre los niños y los adultos. Esto puede ser nocivo para los niños inmunodeprimidos, es decir, los que presentan un nivel de defensas bajo que les exponga a contraer nuevas enfermedades, lo que constituye uno de los principales puntos de discrepancia de la plataforma y que ahora, según apuntó Manuel Frías, se mantiene.

De hecho, la propia Junta y varios organismos internacionales recomiendan que no haya contacto entre los flujos de unos y otros para evitar precisamente que los pequeños contraigan nuevas enfermedades, algo que para «No me quites mi hospital» no está garantizado.

La opinión de la plataforma no es positiva tras haber conocido el proyecto de primera mano. Reconocen que supone una mejora, «pero mejorar un hospital que ya tiene 34 años de historia no es difícil». Al contrario, Manuel Frías piensa que «la mejora debe ser máxima y se debe ofrecer lo mejor», y no ve ningún avance.

El presidente sí que valoró el hecho en sí de que la reunión se produjera, ya que, según él, es algo que «abre una nueva vía de diálogo» después de que la Consejería de Salud diera a conocer que el Hospital del Niño y la Mujer, contemplado en principio en el Plan de Modernización del centro sanitario cordobés, se suprimía.
«Esperemos que este espíritu perdure y que en el futuro se nos escuche», afirmó Manuel Frías, que elogió el talante que llevó a la convocatoria de la reunión.

Los miembros de la plataforma, integrada por profesionales sanitarios, asociaciones y padres de niños enfermos, tendrán ahora que conocer el contenido del proyecto de manos de las personas que han participado en la reunión. Ellos serán quienes tengan que decidir y estimar la propuesta que hace la Consejería de Salud, aunque todo hace prever que persista la movilización contra el proyecto.

Una contrapropuesta

La plataforma espera que haya más reuniones en la que los profesionales, asociaciones y padres agrupados puedan exponer a la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía una propuesta para la construcción del nuevo centro. Entonces tendrá la Consejería de Salud la oportunidad de conocer cuál es la propuesta exacta de la plataforma.

De igual forma, en el futuro los responsables de la Consejería y del hospital lo darán a conocer a otras entidades, como asociaciones de vecinos, para que aporten su opinión sobre el proyecto.


ABC. 5 de septiembre

Al menos ahora hay una vía de negociación, pero las posturas siguen por el sendero del desencuentro. A la Junta de Andalucía le ha costado muy caro -en términos de desgaste político en el sector de la sanidad pública- anunciar a finales de 2006 un proyecto «para refundar el Hospital Reina Sofía» y, luego, cambiarlo de un modo sustancial sin pedirle opinión a los profesionales del Servicio Andaluz de Salud (SAS).

Las infografías que mostraron a la Prensa la consejera María Jesús Montero y el entonces vicepresidente de la Administración autonómica y hoy presidente, José Antonio Griñán, despertaron muchas ilusiones entre el personal del Materno-Infantil, que desde hace años se siente relegados en las obras de mejoras del complejo. Discriminados o no, lo cierto es que el Materno-Infantil, que fue el primer edificio que se inauguró en el Reina Sofía, tiene notables carencias estructurales en sus instalaciones.

La decepción cundió cuando, a finales del pasado año, trascendió que Salud había desechado hacer un hospital de niños independiente -como anunció en un principio- para llevarse el Infantil al actual Hospital General. El temor de los profesionales era doble: por un lado, a que, de nuevo, el recinto para niños fuera el que se beneficiara de la reforma con más demora; de otro, a que los menores, al disponer de un edificio propio, entraran en contacto con los enfermos adultos.

Miles de firmas y unas quince asociaciones profesionales, además de opiniones a su favor tan respetadas como la de Manuel Concha, han sostenido en estos meses la demanda de la plataforma «No me quites mi hospital», que ha merecido incluso que el Defensor del Pueblo Andaluz repruebe el estado en el que está el Materno-Infantil si bien ha asegurado que la reforma prevista se ajusta a la ley.

Desgate laboral

De fondo, pero en primer plano de las relaciones personales de los trabajadores, se ha vivido desde marzo un áspero enfrentamiento entre los jefes de sección del Reina Sofía, que secundan a la Junta, y buena parte de los médicos y enfermeros de base. El jefe de servicio de Pediatría, Juan Luis Pérez Navero, ha mantenido una postura equidistante que ha molestado a muchos de sus subordinados.

Por el momento, la Junta ha sido incapaz de calmar los ánimos. Los intentos como los de ayer han sido en balde.